Al filósofo y poeta Jimmy Puerto

 A Jimmy Puerto, filósofo cínico, amigo delirante.







Vas y vienes sin que los otros te vean
como los recuerdos que se resignan a vagar por los mismos lugares sin los ojos de aquellos que podían sustentarlos.
Vas y vienes y caminas como los peregrinos que pagan promesas.
Tu promesa: arder en preguntas y no llegar a ninguna parte.
A tu edad los hombres forman familias
hablan con seriedad pontifical
son infieles a sus esposas
beben alcohol después de la jornada laboral
hablan del carro que van a comprar
de la mujer en posición horizontal a sus deseos.
Del ascenso. Siempre del ascenso.
Tú, en cambio, me hablas de Pascal como si fuera tu vecino de la vereda San Rafael.
Me hablas de Baudelaire como si fuera el parroquiano con el que te sientas a jugar ajedrez en el parque principal todas las tardes.
Me hablas de tantas cosas, bellas y elocuentes, que los otros no alcanzan a comprender por la devoción enfermiza que profesan a lo puntual, a lo sencillo, a lo masticado por los otros.
Como si la vida fuera puntual, sencilla y masticada.
Pero tú lo sabes mejor que nadie. Sabes que no es así.
Sin quererlo, con tu instinto de filósofo animal
vas y vienes sin que los otros te vean
y si la noche te sorprende en un descampado
compartes el pan y la palabra con los desdichados.
Haces del prado y del rocío el mejor colchón de tu cansancio.
Hablas con los choferes, los meseros y los limosneros
Y los confundes y los alegras y los entristeces con tus preguntas.
Ay de aquellos que no te conocen.
Ay de aquellos que se fían de tu apariencia noble.
Puedes sorprenderlos con una pregunta a quemarropa
un comentario agudo y puntilloso
una trompada en señal de amistad.
Ay de aquellos que no te escuchan y no te conocen.
Un filósofo es el mejor amigo que un desesperado puede tener.

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